El homo virtualis – ser humano actual- se adentra cada vez más en sí mismo. Todos sabemos cuántos cambios han ocurrido en la humanidad desde el advenimiento de la hiperconectividad , las redes sociales y digitalización de los placeres. Muchos, por no decir casi todos, decidimos ser parte de éste nuevo fetichismo: La tecnofilia. No sabemos ni que nos está pasando, ya que ahora para ser “realistas” hay que ser virtuales. Nuevos lenguajes circulan, deambulamos detrás de ellos no solo para sobrevivir en esto que aún llamamos realidad; sino más bien para disimular nuestra calidad de refugiados existenciales, ya que nuestro equipamiento emocional está siendo fragmentado, cuando no diluido.

Ilustremos: Peter k. Quien ya es un nativo digital no puede imaginarse cómo podría un ser humano enamorar a otro sin un teclado de por medio. Entrevistado por ser un experto depredador digital y chateador contumaz que lo convirtió en galán de las redes sociales, cree tener todo claro en sus manos …” Si no encuentras lo que buscas en la realidad… haces un “clic” y ya …. puedo tener todo con solo buscar, mi limite es solo técnico. Tamaño pragmatismo es envidiable, pero no le exime de ser y/o, solo aparecer espasmódicamente en las vidas de los demás internautas. Sus pasiones y goces algo perversos aprendieron a sentir esta especie de estertores amorosos.

Desde las Psicologías y las Sexualidades -así en plural, para encontrar consensos -, algunas cosas ya se van decantando. La humanidad se está construyendo a si misma con gran subjetividad, su estadio virtual -a una velocidad que produce vértigo -, lo está descorporizando, cada día somos menos soma, menos identidad y más representación.

Nos estamos transformando en sujetos sujetados a las prácticas digitales, estamos mediatizados por las técnicas sin atisbos de resistencia, cada vez tenemos menos habilidades sociales y más destrezas para el hecho codificable. A la hora de necesitar que se nos “reconozca” por la “posesión del objeto entre manos” nuestro pin o dispositivo, es más importante que nosotros mismos. Hemos sustituido la frialdad y planitud de la pantalla, por la sinuosa calidez de una real caricia, el fluir de nuestras transpiraciones mutuas con olor a feromonas, por el goce desenfrenado de nuestros emojis o Avatares.

El deseo es una construcción social y con la virtualización es nómada por esencia, deseo peregrino, ya que al encontrar parcialidades sigue deseando y así sin satisfacción posible en busca de sentido… amor al fin, diría Schopenhauer.

José Luis Harb
Psicoterapeuta y Sexólogo
Conferencista Internacional y Coach

 

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